Una opinión
Hoy empieza el Guadalupe-Reyes. Durante el concierto del fin de semana, a Bad Bunny le pidieron a gritos darle fondo a su bebida. “Que no promuevan el alcohol”, respondió Bad Bunny entre risas y seriedad, antes de sucumbir a la presión del público que gritaba “¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo!”. Y, bueno, si un Estadio Azteca lleno te lo pide, ¿qué le vas a hacer?
Pero esas son situaciones ligeras. Pongamos otra en la mesa: ¿recuerdan el video del señor atacando a su televisor con un cuchillo cuando eliminaron al Tri del Mundial? Me atrevo, sin pelos en la lengua, a especular que ese hombre había tomado alcohol. ¿Es justa la especulación? No, pero de igual manera la hago porque no es nueva esa reacción iracunda disfrazada de “pasión y alcohol”. Me apasiona la literatura, pero jamás he cogido un cuchillo de la cocina para apuñalar un libro. Pero, claro, hay de pasiones a pasiones, ¿cierto?
Convergen aquí varios temas de la cultura mexicana, por no decir mundial, y se presentan mezclados en un coctel que ni James Bond bebería. Voy a enumerar sólo tres para no salirnos del tema:
- La normalización del alcohol y sus consecuencias, por ejemplo, disfrazar errores con “Estaba muy pedo.” Hace unos meses, asistí a una boda en Sonora, y en una de las fiestas previas al evento, me cayó el veinte tras ver una imagen común dentro de un Oxxo: una pareja comprando cartones de cerveza con su hija de 7~ años. Era tanta la cerveza que la niña les ayudó a cargarla. Esto no me hubiera llamado la atención, pero el Oxxo se negó a venderles la cerveza, siempre y cuando la niña estuviera cargándola. Era claro que los padres iban a tomar y manejar, pues no venían con chofer. Y no es rara la terquedad del padre borracho al final de la fiesta que está “apto para manejar”. Pero es normal, ¿no? “Ya sabes cómo se pone tu papá.”
- Normalización del alcohol en eventos apasionantes. Voy a utilizar el futbol por ser la pasión más popular en el mundo, una que compartimos demasiados mexicanos. En los estadios, es un signo de hombría y orgullo tener una montaña de vasos de cerveza para hacer saber al resto la cantidad de alcohol que se ha ingerido. También como defensa social por si se comete alguna estupidez durante el partido: “Estaba bien pedo.”
- Confundir violencia con pasión. Es innegable que la pasión acalora las discusiones en cualquier situación o evento. Sin importar el tema, he visto y padecido la misma calentura al discutir en una fiesta con mis amigos, como dentro de un salón de clases de Filosofía y Letras. Pero en las fiestas se ha llegado a golpes, mientras que en el salón de clases, no. Veamos las siguientes dos notas, rarísimas, por cierto, que sucedieron en Rusia hace unos años:
- “¿Poesía o prosa? Discusión literaria en Rusia termina con un apuñalamiento fatal”: Ah, chirrión, increíble el titular, pero leamos: “Un exmaestro asesinó a su amigo tras un argumento estando ebrios sobre la superioridad entre la prosa y la poesía.”
- “Una acalorada discusión sobre la filosofía de Kant, termina en tiroteo sangriento”: ¡Wow! Leamos: “Un hombre resulta herido tras una discusión sobre los méritos del filósofo alemán cuando iba a comprar cerveza en un supermercado.”
Entonces, ¿de quién es la culpa? Me he emborrachado los fines de semana gran parte de mi vida, y aunque nunca he apuñalado a un objeto inanimado de alta definición, tampoco me atrevo a decir que estoy libre de pecado.
Ahora, jamás me he puesto violento estando high. Jamás. La culpa la tenemos nosotros, no las sustancias, pero en una cultura que normaliza el machismo y la violencia, el alcohol aumenta la probabilidad de sufrir despliegues iracundos. Situación opuesta con la marihuana.
Regresando, hoy inicia el Guadalupe-Reyes, esa ventana en el calendario que justifica los errores bajo la condición de la ebriedad. Y, además, aún tenemos Mundial. Qué bueno que aquel señor que apuñaló el televisor no nació portugués, argentino, o francés, porque si así se puso en la fase de grupos, no quisiera verlo perdiendo la final.
Este asunto no es nada nuevo. La Ilíada inicia con la cólera de Aquiles porque Agamenón le quitó su botín de guerra: una mujer. Y vaya que los griegos clásicos bebían vino:
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males á los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de héroes, á quienes hizo presa de perros y pasto de aves [...]
Les hubieran dado un gallito a rolar (a los tres, incluida la mujer) y hubieran terminado pidiendo una pizza, en un trío o simplemente riendo, ¿no? Chance y hasta hubieran dejado las playas de Troya. Me atrevo a especular.