Jazz y marihuana: una combinación satánica
Bajo el influjo de la marihuana, descubrí una nueva manera analítica de escuchar música. Percibía los sonidos imperceptibles, y cada línea melódica existía por sí misma [..-] Aquella noche, me sorprendí a mí mismo escuchando no sólo en la dimensión del tiempo, sino también en la del espacio. Penetré en la música y, al mismo tiempo, descendí, como el Dante, a sus profundidades.
-El hombre invisible, Ralph Ellison
Bajo la luz tenue de los bares de jazz de la Nueva York de 1920-1940, Louis Armstrong cantaba una queja con la retórica entre dientes: “Why did I do to be so black and blue?” En otro bar oscuro, otro bar que, en palabras del Buró Federal de Narcóticos, reproducía música satánica, la voz rasposa de Billie Holiday agonizaba: “Southern trees bear a strange fruit / Blood on the leaves and blood at the root.”
Era la época del Renacimiento de Harlem, un movimiento intelectual, cultural y artístico. Esta explosión creativa abarca en la literatura a autores como Ralph Ellison (Invisible man) y Wallace Thurman (The Blacker The Berry); figuras políticas como Malcom X y músicos como Louis Armstrong y Billie Holiday.
Tras la prohibición de la producción, importación y consumo de alcohol al inicio de la década de 1920, le siguió la del cannabis.
Siempre vimos a la marihuana como un tipo de medicina; una embriaguez más barata que el alcohol que dejaba mejores pensamientos que una embriaguez llena de licor.
-Louis Arsmtrong
El consumo de marihuana en las comunidades afroamericanas no solamente reemplazó al alcohol, sino a la propia terapia. En la cultura machista más marcada de inicios del siglo XX, y como mecanismo de supervivencia, los hombres negros no se permitían quebrar ante la tristeza, la soledad y, en la peor de la situaciones, a la depresión. El problema que externaliza Armstrong no es solamente por qué su piel es color negra, sino por qué es tan negra; asimismo, por qué está tan triste. ¿La medicina? Marihuana y música.
La marihuana les proporcionaba la energía suficiente para trabajar largas horas continuas; la claridad creativa para crear música, y un analgésico para el dolor emocional, ya que la psicoterapia y psiquiatría no eran posibilidades.
Y les funcionó: el cannabis era el sustituto perfecto del alcohol para el jazz. Pero, claro, aquí introducimos al gran antagonista, el Tío Sam. Un individuo pariente del Tío, el comisionado del Buró Federal de Narcóticos, Harry Anslinger aseguraba que el efecto de cannabis en los negros era sobrepasar los límites de la sociedad estadounidense y que, en especial los cantantes de jazz que fumaban marihuana creaban música satánica. Y, bueno, si agrupáramos a todo el jazz como música del mismísimo Diablo, la de Billie Holiday estaría en el noveno círculo por traicionar la sumisión que debe portar una mujer, además de ser negra. La mayoría estarían en el segundo infierno, el de la lujuria y el octavo, en donde se encuentran los estafadores, delincuentes y seductores.
La desaprobación de Anslinger se pone mejor: “[...]la música satánica del swing y el jazz, que resultaba del uso de marihuana, causaba a las mujeres blancas a buscar relaciones sexuales con negros y artistas.”
Anslinger le prohibió a Holiday cantar “Strange Fruit”, pero ella se rehusó. Entonces, ejecutó una emboscada en la que atraparon a Holiday mientras que un dealer le vendió heroína a la cantante, un trato previamente arreglado por el buró. Holiday pasó un año y medio encarcelada. Años después, ella seguía llenando salones con gente, blanca y negra, ávida por escuchar esa voz rasposa que hablaba por todas las mujeres y toda la comunidad afroamericana. Tuvo una recaída con la heroína, entró a un hospital para recuperarse y, nuestro querido Anslinger la esposó en la camilla, canceló su tratamiento y murió a los pocos días.
Pero morir es un estado engañoso. Seguimos cantando “Strange Fruit”, y de Anslinger no se dice mucho. Si jazz y marihuana es una combinación satánica, desde ahorita les aviso: los esperaré surfeando en la sexta ola infernal cantando:
I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself
What a wonderful world